martes, 26 de marzo de 2013

Ravioles Negros


Ravioles  Negros de Alberto Villarreal
   En ocasiones lo que vemos en escena escapa a las definiciones, es un tema complejo en las fronteras donde el teatro se confronta con el performance, y sus lenguajes crean algo que el público no espera.
Alberto Villarreal se mantiene en esta delgada línea, él y varios de su generación y otros buscan más que convence al gran público, a aquellos que buscamos lo distinto.
La primera parte de esta obra con la actuación de Mario Balandra que aparece en una silla de ruedas limitando sus movimientos a la parte de arriba de sus manos, con unas gesticulaciones que involucran toda su cara nos habla de algo que sucedió cuando joven, de cómo actuamos cuando lo somos y ya no podemos volver atrás, se trata de una mujer, con un conjunto de diálogos que hacen referencias a partes del cuerpo, donde aparecen cuestiones como del uso que los músculos y huesos hacen de nosotros para lograr sus metas, una historia extrañamente contada en un estilo con algunos años.
Por qué maneja los rabioles, por ser una pasta totalmente cerrada, de donde nada sale ni entra.
Comentaba en la conferencia que ésta fue escrita en una tarde, fueron a buscar al actor a su casa para que la actuara.
La segunda parte se para de la silla de ruedas cubriéndose parcialmente de barro y pintura para continuar con estos diálogos extraños.
Esta puesta que como otras no requiere ser entendida, lo cual no significa que podemos salir impávidos del teatro El Granero Xavier Rojas en el Centro Cultural del Bosque los lunes y martes 20.00 a las 20.00 horas suspendiendo función el 6 de mayo, porque el simple hecho de observar al actor en su trabajo actoral, en la forma de sentir los diálogos y en el cómo le hubiera gustado llevar su vida y darse cuenta, seguramente a los espectadores nos dejara algún mensaje, siendo muy personal.
La recomendación no querer entender lo qué ocurre simplemente verla como una forma de expresión de un grupo de dramaturgos que decidieron romper con lo tradicional arriesgándose a no ser entendidos en muchos casos.
Poder manejar un monólogo y mantener la atención de los espectadores ya merece un comentario, nos podrá gustar o no pero, al final tanto el dramaturgo como el actor nos hicieron llegar una necesidad de decir algo.
Esther Zychlinski y Zvi Ziman
Marzo 26 del 2013  

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