EL AMOR COMO OBSESIÓN EN DESPUÉS DEL FIN
Por: Alejandro Laborie Elías
¿Hasta dónde puede llegar un ser humano cuando lo que motiva su actuar es el amor obsesivo? Cuando el amor trasciende a una enfermedad de carácter mental, es decir, cuando la persona ya no controla sus sentimientos sino éstos lo dominan, estamos frente a una patología que puede alcanzar consecuencias inimaginables, como secuestrar y tratar de dominar mediante la violencia física y psicológica.
Lo anterior es, en resumen, la temática de la obra Después del fin, versión teatral de After the end, de Dennis Kelly, traducida y adaptada por Adrián Alarcón, Cristóbal García-Naranjo y Nora Manneck, bajo la dirección de la última.
En concreto, un tipo construye un refugio subterráneo para protegerse en caso de un ataque nuclear. Sin embargo, su real propósito es tener un lugar a donde llevar a su amor platónico, un muchacho del que está perdidamente enamorado y por él es capaz de cualquier cosa. Aprovechando una noche de copas del segundo, lo secuestra y le hace creer que el exterior está contaminado por la explosión de una bomba atómica y el joven “se la traga” sin más ni menos.
Las escenas van transcurriendo, la relación producto del confinamiento se va deteriorando, de las muestras de amor, a la presión psíquica, hasta la violencia física y… Hay un primer final anunciado, aunque no por ello menos interesante y un epílogo desconcertante y, hasta cierto punto, increíble.
Interesante como un desquiciado puede razonar para inventar una historia que otro centrado se la cree, cómo el esquizofrénico puede dominar y el sano mental finalmente cae presa, y a la postre queda “tocado” y marcado para el resto de su existencia.
La escenografía diseñada por Cristóbal García-Naranjo, apoyada con la iluminación de Nora Manneck y Melisa Varïsh, es plenamente realista, esto es, la recreación del refugio; un breve espacio, en forma literal, donde los dos personajes se desenvuelven, uno como víctima, el otro como victimario, aún cuando en algunos momentos los roles se intercambian.
La dirección también opta por el realismo puro y como mera apreciación se puede considerar que la ubicación y desplaza miento en el escenario de los personajes no es la adecuada de acuerdo a lo que la obra va planteando. Sin embargo, Nora logra sacar avante a los dos actores, sobre todo sin se toma en cuenta que ambos tienen serias limitaciones histriónicas, pero en el ámbito visceral atrapan al público.
La directora se vale de un teatro intimista, como si los asistentes al montaje estuvieran espiando lo que sucede en ese pequeño lugar, se sienten en forma directa e inmediata las emociones, el palpitar de los corazones, la respiración agitada de cada uno de los actores.
Retomando el texto, en todo caso la adaptación, llega un momento en que vuelve reiterativo, esto es, no hay mayores avances en la trama, lo cual lo hace un poco cansado. Se debe reconocer que hay parlamentos inmersos en la hilaridad a través de la ironía, lo cual se agradece por parte de los espectadores, son una catarsis para no sufrir irremediablemente durante dos horas y fracción que dura la puesta en escena.
La amarga relación para ambos protagonistas y el apasionamiento que se dice viven los homosexuales, son un buen motivo para asistir al Teatro El Milagro en la Ciudad de México, los domingos a las 20:00 horas, hasta el 25 de marzo.
Febrero 2012
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Alejandro Laborie Elías
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