domingo, 19 de febrero de 2012

traicion de alejandro laborie

LA IDIOSINCRACIA ANGLOSAJONA SOBRE EL ADULTERIO EN TRADICIÒN, DE HAROLD PINTER

Por: Alejandro Laborie Elías


Existe desde siempre la eterna discusión sobre si hay una moral universal o en su defecto cada cultura, incluso cada persona, posee y maneja sus propios valores, dicho de otra forma, lo que para unos es malo para otros no, lo que para unos puede ser motivo de escándalo para otros es de orgullo.

         Lo anterior viene a colación por el estreno de la obra Traición, de Harold Pinter, que aborda varios temas como el devenir que en los seres humanos plantean las relaciones, tanto matrimoniales y de amistad, ante la culpabilidad, el remordimiento, la resignación y, sobre todo en lenguaje muy mexicano, frente al valemadrismo.

         La obra se estrenó por primera vez en 1978 y para más de alguno de los especialistas, el Premio Nobel 2005, se apartó de su dramaturgia “tradicional”, para presentar un verdadero tratado, claro que desde el punto de vista teatral, sobre el adulterio.

         Pinter es considerado uno, si no es que el más importante, de los dramaturgos ingleses del siglo XX. Su origen anglosajón lo provee de una perspectiva muy diferente a la mexicana. En nuestro país la infidelidad de la esposa, al menos le garantizaría una buena madriza, sino es que el ofendido mata a la mujer y al susodicho amante; en Inglaterra las cosas son diferentes, en términos generales, se puede llegar desde la indiferencia hasta permitirlo sin mayor conflicto.

         El texto está alejado del realismo puro, aún cuando hay una mezcla entre realidad y ficción, se sumerge en lo emocional, en lo sentimental, en lo más profundo de la naturaleza humana, sin que por ello se pueda calificar de psicologista.

         La trama gira en torno a un trío: un matrimonio y el mejor amigo de él. Durante siete años la infiel esposa y el mal amigo mantiene una relación romántica, en apariencia ignorada por todo el mundo. Sin embargo, el marido lo sabía cuando se lo confiesa su cónyuge y cuando ésta le dice al amante lo hecho, ya ha pasado un tiempo de la declaración.

         Más allá de la trama central, lo más interesante, por lo mismo lo más importante, es lo que se plantea de forma intrínseca, el fondo de cada uno de los personajes, su forma de comportarse, inclusive el entorno en el que se desenvuelven, un análisis de la situación a partir de un hecho artístico. No hay conclusiones, como todos los buenos dramaturgos, Pinter deja la responsabilidad del juicio en cada uno de los espectadores.

         Cabe destacar que la obra se desarrolla en “reversa”, esto es inicia por el final y acaba por el principio, termina cuando los infieles empiezan su traición y comienza cuando ambos se reúnen para rememorar, por llamarlo de alguna forma, lo sucedido durante esos siete años. Como dato curioso, Pinter vivió una relación de infidelidad por un periodo igual de tiempo.

  La dirección está a cargo de Enrique Singer, destacado en el medio teatral por sus propuestas, que si bien no son de alto riesgo en el sentido de que no se aparta mucho de lo tradicional, su perspectiva del teatro lo hacen uno de los que más conmueve al público, sabe como tocar la sensibilidad y, lo más relevante, obliga a la reflexión sobre el texto y el contexto de todas las obras que ha dirigido. En este caso no es la excepción, se vale de un ritmo semilento, lo que permite que cada palabra, cada oración y en general el conjunto sea perfectamente comprendido, ya dependerá del espectador si lo quiere aprehender.

         El elenco está integrado por Bruno Bichir, Juan Manuel Bernal, Marina de Tavira y Miguel Ángel Loyo. El personaje de Bichir, el valemadrista, es plano, lineal, pero sólo un actor de su talla lo puede sacar avante, manejar el humor con seriedad, hacer de la inmoralidad algo moral. Juan Manuel no está a la altura de la puesta, no logra, al menos en la mayor parte del montaje convencer, sacar a flote lo emocional, que en este caso es fundamental por lo ya dicho, sólo buenos momentos pero nunca a la altura de sus coactores.

         Marina se cuece aparte, es la mejor del trío. Cada escena es invadida por su personalidad, sus diálogos, sus actitudes son dignas de toda admiración. Sus dotes histriónicos la llevan por diferentes estados emocionales, no requiere mayor esfuerzo para denotar violencia psicológica, amor desbordado, cinismo ante la traición, soportar el regaño con pasmosa serenidad y un largo etcétera.
         La escenografía fue diseñada por Auda Caraza y Atenea Chávez. En realidad se trata de una puesta minimalista, el espacio escénico está prácticamente vacío, son los propios actores quienes realizan los cambio de mobiliario y utilería, que se reducen a lo indispensable para cada una de las escenas.

         Por otra parte, Cuauhtémoc Nájera diseñó un video, el cual juega un papel “novedoso”. El multimedia es la verdadera escenografía, lo que le da un aspecto artístico desde lo modernidad de la tecnología.

         Traición, de Harold Pinter, es una producción realizada con el estímulo fiscal del artículo 226 Bis de la Ley del Impuesto Sobre la Renta, que se presenta en temporada en el Teatro Helénico, de la Ciudad de México, los viernes a las 19:00, sábados a las 18:00 y 20:30, y domingos a las 17:30 y 20:00 horas.

Febrero 2012



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Alejandro Laborie Elías


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